Juan de Dios Montero fue un soldado chileno oriundo de Concepción que combatió en la guerra de independencia en el bando patriota y que terminó viviendo con los araucanos y luchando en Argentina, hay muchos relatos anonimos, esta es una mas que muestra la riqueza de nuestra historia.
En enero de 1821 ingresó a la Araucanía integrando una expedición militar para enfrentar a los caudillos partidarios del rey de España refugiados en la zona, que tenían el apoyo de varias agrupaciones mapuches. Montero y 50 soldados se quedaron a vivir con la tribu del cacique aliado Venancio Coñuepán para auxiliarlo en la lucha contra los realistas.
Una vez que derrotaron a sus enemigos en la región, en 1827, Montero (que ya tenía rango de oficial) y Coñuepán, con una fuerza de 30 soldados y centenares de araucanos se dirigieron al otro lado de la cordillera a enfrentar a las numerosas huestes de Pincheira que asolaban la provincia de Buenos Aires. En su largo recorrido se enfrentaron con ellos en varias ocasiones.
El grupo, con su fuerza reducida, llegó al Fuerte Independencia (Tandil) donde Montero y Coñuepán se unieron a las fuerzas argentinas, recibiendo rangos en el ejército de esa nación. Desde ahí se incorporaron a la expedición que fundó la “Fortaleza Protectora Argentina”, actual Bahía Blanca, lugar que ayudaron a defender de los continuos ataques de Pincheira y sus aliados indígenas.
No obstante, un hecho vino a alterar la suerte de nuestro protagonista: en diciembre de 1828 comenzó en Buenos Aires un enfrentamiento entre federales y unitarios que afectó al país. Desde Bahía Blanca, Montero apoyó el bando unitario. Por otro lado, Coñuepán se unió al federal, a causa de haberse entrevistado con uno de sus líderes, Juan Manuel de Rosas. Este último envió cartas a Montero para que se uniese a su bando, sin embargo, no terminó aceptando. Una vez victorioso los federales y designado gobernador el mismo Rosas, se ordenó el fusilamiento de Montero en 1830.
Antes de su viaje a Salinas Grandes se había casado con la hija de un cacique de Maquehue. Hasta el día de hoy en esa zona sus descendientes llevan su apellido.
Extraído y modificado de un post de Lientur Mangel
Principios
del siglo XX, Buenos Aires, vive tiempos de cambios el gaucho sufre el
alambrado, se acercara a la ciudad, tiempo de orilleros y arrabales, el Tango,
esa música nacida proletaria, llegara dara en un crisol el nacimiento de esa
nueva especie, donde el matrero se malevo, y cambia su pañuelo por un lengue, pero
el cuchillo se queda donde esta…Desde hace mucho busco similitudes entre el
tango y la esgrima criolla; las hay, y varias, uno podría decir que son casualidades,
bueno, entonces yo presentare datos y hechos, queda en cada uno pensar si
influyo o no.
Hay muchos antecedentes de danzas que poseen
movimientos de combate, podemos nombrar la “Danza del Maní” (siglo XIX y comienzos
del XX, Cuba), donde se asemejan movimiento de pugilato, hasta “La Danza Chau”,
este es un arte escénico tradicional del este de la India con el que se
interpretan episodios de poemas épicos, como el Mahabharata y el Ramayana, y
temas folclóricos locales o temas abstractos. Sus orígenes se pueden encontrar
en determinadas modalidades autóctonas de danza y prácticas marciales. Sus
movimientos comprenden simulaciones de técnicas de combate; y la lista continuaría
“Capoeira” del Brasil, el violento “Tinkus”
de Bolivia, la perdidas “Danzas de las Espadas”· de Escocia y podríamos seguir
interminablemente, ya siglos atrás se danzaba antes de la guerra y después, se danzaba
para pedir a los dioses buena ventura, para agradecer, y como no, para
preservar movimientos de combate, la llamada técnica.
La influencia del cuchillo en la cultura del
baile del tango.
La esgrima criolla existe hace muchos años, más
allá de tiempos coloniales; el criollo, el indio, el gaucho de pequeños, y yo también
lo hice de chico, en esta tradición que aún es vigente, se practicaba el visteo
con un palito tiznado (en brasa apagada), a modo de cuchillo, y el “juego” era
dibujar en el adversario una marca, entre planazos, hachazos y chuzasos, se dirimía
el mejor visteador.
Centrándonos geográficamente en la zona
Rioplatense, más centrado en la porteña de Buenos Aires, y sus arrabales, a
finales del siglo XIX, nace el Tango, y allí otros protagonistas el malevo, el
compadrito, el taita…el guapo, todos como el cruzado iba con su yelmo y su
espada, estos personajes del arrabal, tenían fungi, lengue, fiyingo y facón. El
lugar de reunión se daba en bares, piringundines, prostíbulos, y los asuntos se
arreglaban a cuchillo, uno a uno, la honra y la fama era importante, esta era
la “otra clase social”, el dandy sus diferencias las arreglaban en duelo de
esgrima o pistola, con padrino y contrato.
Y quienes eran estos personajes, los malevos
están presentes en las poesías de muchos tangos. Y muchos escritores, artistas,
filósofos, pensadores, médicos y sociólogos han incursionado en el vivir y
sentir de los malevos. Definir a los malevos es un tanto impreciso, porque su
estilo de vida, su sentir, sus costumbres y códigos son compartidos por muchos
otros tipos de personajes de la época. Es ese anacronismo histórico que nos lo
impide y a la vez esta argentinidad que nos da la comprensión. Si nos limitamos
a la definición de la palabra malevo, encontraremos algo así como:
"Maleante, matón, gente de mal vivir de los arrabales". Y en gran
parte es verdad, los malevos no eran precisamente el candidato ideal, que
cualquier madre "decente" de la época, soñara para su hija. Los
malevos eran gente recia, dura, viril. La mayoría se sustentaba de la “vida
fácil” y era normal tener problemas con la policía y cuentas pendientes. Pero también
era común que estén al servicio de algún Señor, político o poderoso oligarca. Alguien
que lo “bancaba”. A mi vista gente dura y de honor, un honor particular, el
tigre Millán murió en esa ley.
El compadrito, como lo demuestra la palabra, es
menos en todo. Imita al compadre, pero mal. No infunde temor. Mientras el
compadre se impone por mera presencia y por conducta, el compadrito llena sus
carencias con lenguaje vil y aires de fanfarrón. Es chanta. Es un gaucho sin
caballo que no soporta la baja estatura y se desvive por hacerse notar, exagera
su vestuario. Cuando camina pareciera que está bailando. Pese a su esfuerzo por
verse bien, su pelo perfumado y su «aire de bacán», la gente no lo aprecia ni
respeta. Cuando cae en apuros no duda en desenfundar el revólver, cosa de
miedosos que jamás haría un compadre. Para ganar dinero no alquila sus
servicios al comité, donde hay riesgo y lealtad, sino que prefiere el camino
más seguro del cafiolo. De hecho hoy día la frase “hacerse el compadrito” nos
pinta lo que era. El compadrito siempre quiso ser como “ el guapo”, porque el
guapo es valiente, y con eso se nace, es bravucon porque puede, y a diferencia
del malevo el guapo no siempre estuvo del lado opuesto de la ley, no necesito
laderos, él era guapo.
Y cuando las diferencias aparecían, se habría la
cancha o se salía a la calle, y los cuchillos bailaban y definían buscando un
barbijo o benteveo, o peor, una puñalada mortal, el orgullo sobre todo, en una
charla que tuve hace años, un hombre de esos años me contaba que no era lo
importante ganar el duelo, era pelear, una vez terminado el duelo, la ofensa estaba
terminada, era mostrar que ambos tenían valor, raza viril.
Las diferencias para un enfrentamiento entre
varones, se podía dar ya sea por cuestiones de honor, de polleras, o
simplemente por el buen nombre, eso se ganaba y siempre a punta de cuchillo.
Acá me gustaría citar a Matías Acosta, quien
aporta los siguientes datos.
“En cuanto a lo rigurosamente técnico que el
Tango hereda del Visteo esta nada más y nada menos que la postura del “Abraso”.
En el Visteo se enrolla una prenda (típicamente un saco o un poncho) alrededor
de uno de los antebrazos para ser utilizado como escudo, para golpear, distraer
al oponente y evitar los cortes del Facón, el brazo se coloca por delante de sí
mismo de forma horizontal a la altura de el abdomen, el pecho o la cara; ese
mismo gesto en el Tango se ve reflejado en el brazo que toma a la pareja por
detrás de la espalda y sirve para atraer a la pareja hacia nuestro cuerpo y
regular la distancia del abrazo. En el Visteo la otra mano porta el cuchillo y
se extiende hacia delante y hacia arriba ejecutando estocadas descendentes o
paralelas y cortes transversales; en el Abrazo de Tango esa mano toma la palma
de la pareja, efectivamente se extiende a la misma altura, aproximadamente en
la línea de los hombros dependiendo de la altura de la pareja y cumple la
función de ejercer una conexión de avance y acometida a través de ejercer una
pequeña tensión que se traslada al resto del torso.
Pero eso no es todo, una de las de la técnicas
en el Visteo conocidas como “Apuntar” consiste en apoyar uno de los pies por
delante estirándolo y apuntando con la punta del pie hacia nuestro objetivo
mientras el peso del cuerpo se deposita en la pierna posterior la cual esta
flexionada a diferentes alturas y el pie se halla apoyado en diagonal, esta
posición servía para “Tantear” (aproximarse y evaluar al oponente) facilitando
la posibilidad de un retroceso rápido o un salto para esquivar la hoja del
contrincante. Esta técnica se ve plasmada en la progresión del paso en el Tango
hacia delante y a los lados, donde uno primero apoya la planta del pie paralelo
y rasante al piso, por delante de sí y sin transferir el peso ni desplazar el
eje del cuerpo hacia adelante, esta técnica en el tango sirve para ejercer un
mayor equilibrio, conexión, facilitar movimientos, adornos y cambios de
dirección. Los pasos laterales en el Visteo y en el Tango también son casi
idénticos siguiendo la misma mecánica de los pasos hacia delante pero en este
caso apoyando primero el metatarso.
Luego tenemos el “Paso Cruzado” que es cuando
el pie delantero se apoya en una diagonal que cruza o se apoya sobre la línea
del otro pie apuntando hacia delante y la punta del pie posterior hacia afuera,
la cadera se disocia del torso la cual sigue la dirección del pie delantero y
el torso sigue la dirección opuesta. Tanto en el Tango como en el Visteo este
paso se utiliza para cambiar de dirección y para obtener más energía de
rotación para girar a través de la disociación de la cadera manteniendo el
equilibrio. En el Tango esta posición es crucial para el desarrollo de una
increíble variedad de figuras y posibilidades de interpretación, dicha técnica
tal cual como se describe no se encuentra presente en ninguna de las danzas
tradicionales y populares de la época lo cual significa una clara evidencia de
los orígenes técnicos del Tango en el Visteo.”
Un detalle que también se da en la esgrima
criolla, es que rara vez se realizan dos pasos en línea recta, o nos movemos en
círculo o, dos para atrás y uno para el costado, o dos pasos adelante y uno
para el costado, como en el paso básico del Tango. Los cambios de peso en
diferentes piernas en el tango, recuerdan a una técnica de la esgrima criolla
llamada cuarta, la cual se entrenaba para adquirir la rapidez necesaria para
entrar en el espacio del oponente, chusear e irse rápido, esto se entrenaba con
movimientos muy lentos y mucho tiempo,
es una técnica muy apreciada, y repito se ve en el baile del tango,
casualidades?...
Otro dato pintoresco es que el guapo realizaba
el anudado del lengue con diferentes nudos, el más coqueto era el nudo galleta,
y recordemos que el porteño es coqueto y varonil, este nudo tenía una forma de
desprenderlo de un tirón, quedando presto y enrollado en el brazo izquierdo
listo para la pelea, no siempre tenía su poncho o manta a mano, y de la derecha
asía fuertemente el cuchillo o facón. En la sisa del saco se solía llevar el
fiyingo un cuchillo de no más de 16 cm, este era su refuerzo, un cuchillito pequeño, pero letal.
Y más allá de fuentes e investigaciones el alma
de esto está en el tango.
Esta es una parte de la letra del tango Mandria
(Brancati-Velich,1926 ) para ir adentrándonos.
“Tome
mi poncho... No se aflija...
¡Si
hasta el cuchillo se lo presto!
Cite,
que en la cancha que usté elija
he
de dir y en fija, no pondré mal gesto.
Pa'
los sotretas de su laya, tengo güen brazo y estoy listo...
Tome...
Abaraje si es de agaya, que el varón que taya
debe
estar previsto.
Esta
es mi marca y me asujeto.
¡Pa
' qué pelear a un hombre mandria!
Váyase
con ella, la cobarde...
Dígale
que es tarde, pero me cobré.”
Y lo que es un guapo con el Tigre Millan (Francisco
Canaro,1934), quien murió, a traición y sus ultimas palabras fueron en dialogo
con quien lo encontró herido de muerte con sus últimos alitos de vida, -Quien
te hizo esto, Tigre? A lo que el respondió con una frase que dejo para la
historia el malevo Millán “El hombre para ser hombre no debe ser batidor”
«Cuentan
que una noche bramó como fiera, en un entrevero que hasta se comenta
repartiendo hachazos era una tormenta, mostró su coraje batiendo a un
malón...».
Aca Ventarrón (Staffolani,1933), donde se
plasma lo importante de a fama
“Por
tu fama, por tu estampa,
sos
el malevo mentado del hampa;
sos
el más taura entre todos los tauras,
sos
el mismo Ventarrón.
¿Quién
te iguala por tu rango
en
las canyengues quebradas del tango,
en
la conquista de los corazones,
si
se da la ocasión?
Entre
el malevaje,
Ventarrón
a vos te llaman...
Ventarrón,
por tu coraje,
por
tus hazañas todos te aclaman...”
Estas son por lo general historias reales, y si
no son reales, es lo que se vivía día a día, en dónde? En los arrabales, entre
guapos, cuchillos y todo al ritmo de 2 X 4.
Este articulo cuenta con gran influencia de Matias Acosta y Marcelo Solis.
Navegando
en la web, encontré este cuento, ameno, simpático y criollo, siempre me gustaron las historias de duelos y gauchos, este esta para un comic o un corto, me tome el atrevimiento de agregar imagenes de Carlos Montefusco. y el autor del cuento , Lucas
Gonzalo Gallo, tiene un blog con otros cuentos mas, muy interesantes, al final
les dejo el link, y aquí comienza, y se llama así…
Esgrima
criolla
Hoy
voy a contar mi historia, el por qué hice lo que hice y el cómo me arrepiento
de haberlo hecho.
Yo
venía del partido de la Matanza, no era militar de carrera, era un peón de
estancia, sin embargo, me había reclutado el ejército rosista para la campaña
al desierto. Habíamos confrontado a los indios ranqueles, en el fuerte de Azul.
Por
el excito en la campaña y mi buen desempeño, me nombraron sargento y junto con
un grupo de soldados y algunos indios prisioneros nos dejaron en el fuerte para
construir un pueblo al lado del fuerte. Debíamos construir diez casas, una
iglesia, una plaza, una comisaria y una escuela, destinada para educar a los indios.
A
mi particularmente, me ofrecieron el puesto de comisario. Yo lo acepte, porque
ya tenía mis veinte años cumplidos, no tenía aun mujer ni hijos y ya no quería
trabajar con mi padre como capataz, era momento de forjar mi propio camino.
Luego
de cinco años, ya habíamos conseguido cuarenta y cinco habitantes, ya
contábamos con muchas más casas de las que habíamos construido en un principio
y conseguimos tener nuestro propio mercado. Ya no era necesario ir a los
pueblos vecinos para comprar los víveres.
Al estar en constante expansión, llegaba gente
casi todos los días. Ellos pasaban por la comisaria para que yo los censara y
les diera la bienvenida. El intendente estaba generalmente en Chascomus, por lo
que me correspondía a mí encargarme de los asuntos administrativos del pueblo,
en su ausencia. A gatas sé leer y escribir, pero me las apañé bien.
Un
día de tantos, llego a la plaza, un gaucho, que a los gritos, pregonaba lo
siguiente: -Tráiganme al comisario, lo voy a matar, él asesino, hace tres años,
a mi vieja y estoy pidiendo su cabeza.
Uno
de los ranqueles, que era amigo mío, se acercó a mí y me alerto de lo que
estaba pasando. Me dirigí hacia él e intente hablarle, era imposible que lo que
contaba fuera cierto. Desde hacía cinco años no mataba a nadie y menos una
mujer. En definitiva a la única persona que le había quitado una vida, era uno
de los indios, que me acorraló en el campo de batalla. Todos los días me
arrepentía, pero era mi vida o la de él, no me quedaba otra.
Sin
embargo, a pesar de contarle esto, el hombre insistió en que era mi culpa y me
reto a duelo para la siguiente tarde. Esperaba terminarlo a primera sangre,
pero el hombre estaba, sin dudas, dispuesto a matarme, por lo que no aceptó mi
oferta y me desafío a muerte.
Al
llegar el momento, tomé mi poncho, mi facón y fui a la plaza. El hombre me
esperaba con un caronero en mano y poncho en la otra. Un indio comenzó a tocar
sus tambores y el duelo se dio por iniciado. A pesar de su cuchillo más largo
que el mío, el gaucho no era tan hábil como yo, por eso después de un par de
cuchilladas, pude cortar el nervio de su pierna izquierda y dejarlo caer al
suelo.
-Te
perdono la vida, desaparece de este pueblo y ya no vuelvas a molestar.
-No
lo voy a hacer, porque vos sos mi hermano mayor, mataste a mamá de angustia y
todo porque no fuiste capaz de decirle que te ibas a quedar en este pueblucho
de mierda. No viniste a casa ni por medio segundo a decir que estabas bien.
Pensamos que habías muerto.
-
Yo mande a mi compañero a hablar con ustedes, no tengo responsabilidad…
Me
di media vuelta y me aleje del campo de batalla. Mientras tanto como pudo, mi
hermano se dio vuelta e intento clavarme el cuchillo por la espalda.
Inmediatamente me agache y dando media vuelta, esgrimí un hachazo, que sin
querer terminó cortándole la yugular.
No
estoy contento con lo que hice, poco después me enteré de que mi compañero no
llegó nunca, porque murió de sífilis en el camino. La muerte de mi hermano y de
mi madre pesan ahora en mi conciencia… por esa razón es que escribo esta carta,
es mi despedida. Dejo a mi amigo ranquel a cargo del pueblo, espero sepa
hacerlo crecer y progresar aún más de lo que lo hice yo.
Así es como
es recordado el famoso cuchillero “Manco” Ferreyra, cuyo apodo era “El Tigre”. En
donde su muerte es plasmada en este poema de Jorge Luis Borges.
Parece
que a fines de los años ´20, el guapo más temido en Villa Crespo era un tal
Ferreira. De contextura física robusta, traje, chambergo, pañuelo y facón, le hacía
de guardaespaldas a uno de los caudillos del barrio. Dicen que el hombre se
tomaba tan enserio su papel, que mientras recorría los comités y los bares
cercanos a San Bernardo, amedrentaba a quien se le cruzara en el camino. Poco a
poco su fama de matón fue creciendo y se rumoreaba que nadie podía con el.
En
ese entonces los “duelos criollos” a la
vera del Maldonado – y elegían este lugar por ser descampado – eran frecuentes,
los motivos casi no importaban - deudas de juego, viejos resentimientos, alguna
palabra mal interpretada, desacuerdos políticos o alguna mujer en disputa - lo
importante era afianzar el coraje varonil.
Demás
está decir que el duelo a muerte era penado con la cárcel o el destierro
social, en caso que la policía no llegara a tiempo para arrestar al vencedor,
por lo que los duelos eran a “primera sangre”
y en lo posible dejando
cicatrices en un lugar vistoso como ser el rostro, cosa que el derrotado no
olvidara nunca al vencedor.
A
Ferreira por su fama no muchos se le animaban, los que no eran sus sequitos
simplemente miraban para otro lado al verlo pasar no sea cosa que los retara a
duelo. Un buen día, el carnicero del barrio se cruzó en su camino y por algún
motivo que no queda claro Ferreira lo reto, al susodicho no le quedó más
remedio que aceptar. Así fue como se encaminaron a un descampado y seguidos por
sus acompañantes y público casual, sacaron sus cuchillos para disponerse a
pelear. El Guapo empuñaba su facón de plata y el humilde contrincante el
cuchillo que usaba diariamente en la carnicería para faenar reces, Ferreira
nunca evalúo la destreza en el manejo de
la herramienta de trabajo, que en un abrir y cerrar de ojos cerceno su mano por
completo de una sola cuchillada. Así fue como el hábil carnicero al ver volar
la mano derecha de Ferreira aferrada al puño del cuchillo, se dio media vuelta
y se perdió en la inmensidad de la noche bordeando el arroyo de regreso a la
carnicería. Y ahí quedo el malevo, abatido y en busca de su miembro en los
pastizales, pronto los absortos espectadores alumbrando con fósforos el
suelo, lo ayudarían a buscar por el puro
morbo de hallar tan escabroso trofeo.
Pero
la fama ya estaba echada y a pesar de que los vecinos cambiaran su apodo de
“guapo” a “manco” Ferreira seguía intimidando con la frente alta y su muñón en
el bolsillo. Claro está que su arma ya no era un facón, esto debido a que junto
con su derecha se fue la destreza para el manejo del mismo, por lo que el arma tuvo
que ser reemplazada por un revolver que guardaba del lado izquierdo del saco y
cada tanto sacaba por el solo hecho de asustar.
Un
buen día, se encontraba tomando una
ginebra en un almacén esquinera en Thames y Triunvirato, cuando ve entrar a un
parroquiano que no le gustaba que anduviese
por el barrio, así que con
determinación exhibió su revolver como era de costumbre y con vos firme le
ordeno que no volviera más por Villa Crespo, el hombre amenazado lejos de de
acatar la orden del manco, saco su revólver y sin mediar palabra, a manera de
respuesta disparo dos tiros y se marcho.
Dicen
los que saben que en ese preciso momento nació una leyenda, y que al afamado
guardaespaldas ya no le dirían ni
“guapo” ni “manco”, desde ese momento seria llamado “el difunto Ferreira”.
La
Pulpería, el primer comercio en nuestras tierras, escenario de la historia colonial, guerras gauchas, lugar de reunión
de gaucho, y de nuestra lograda independencia, observados de reyertas, duelos y payadas, donde el indio, el gaucho y el mulato eran iguales, esta era la Pulperia, , queres saber mas, segui leyendo.
Y de dónde viene la denominación de
"pulpería"? Algunos atribuyen el origen del nombre a que los pulperos
(propietarios de estos establecimientos) eran verdaderos "pulpos",
(el mismísimo diccionario de la Real Academia Española reconoce este origen).
Para otros, viene de "pulquería" o lugar donde se toma pulque, que es
una bebida (mexicana) parecida al aguardiente, estos son lo que se encuentra
navegando por la web.
Bueno, Don Juan Manuel de Rosas decía que provenía
de “pulcu” (palabra del Mapudungun), y de allí pulpería; otra raíz es que
proviene de la España continental, de los comerciantes que vendían pulpos ,
eran pulperos, y donde vendían pulperías, y asi siguió en América. Y una última
vertiente, también bastante aceptable donde se le dice pulpería debido a que se
vendía carne, el corte se le llamaba “pulpa” como aún se le llama, en lo
personal estas últimas tres me son más confiables, con cual me quedo? No lo sé.
Grabado anónimo del 1806 fijarse el detalle de las rejas, el atrio la payada el visteo con cuchillos y el juego de cartas
Había dos pulperías bien diferenciadas, la pulpería
ciudadana, que no tenía reja alguna, y la campestre, que tenía una del piso al
techo, y que contaba con un mostrador de un mínimo de un metro de ancho para
resguardar la seguridad del pulpero, que quedaba de esta forma bastante fuera
del alcance de los cuchillos de los borrachos enardecidos. Por eso, siempre que
veamos un cuadro de época donde aparezca una reja, muestra una pulpería de
campaña.
En febrero de 1788 se ordena por medio de un cédula para
el territorio del Virreinato del Rio de la Plata, que los mostradores debían
ubicarse en la puerta de las pulperías, para evitar que los parroquianos se
estacionaran en el interior, dando lugar a todas las pendencias posibles. Esta
ordenanza se anuló en 1812, dando permiso dependiendo de quién entrara. Asi como
contaban con un gran alero el cual los daba reparo y se permitía llegar y
comprar a caballo.
Algunos relatos recogidos que describen la pulpería,
y haciendo honor a la esgrima criolla…como lo que cito Charles Darwin en su
paso por estos pagos “Un gran número de gauchos acude allí por la noche a beber
licores espirituosos y a fumar. Su apariencia es chocante; son por lo general
altos y guapos, pero tienen impreso en su rostro todos los signos de la altivez
y del desenfreno... Tanto nos hacen un gracioso saludo como se hallan
dispuestos a acuchillarnos si se presenta la ocasión” (1832)
Pulperia de Campaña (Raul Medina Vidal)
El naturalista francés Auguste de Saint-Hillaire
describe así el ámbito de nuestras pulperías, luego de visitar una, establecida
en el puerto de las Vacas al que llegara el 19 de diciembre de 1820: “Botellas
de aguardiente, comestibles, ponchos, algunas telas; un poco de mercería y de
quincallería están colocados sobre las tablas. Un ancho mostrador se extiende
de una pared a otra paralelamente a la puerta y forma una barrera entre el
comerciante y las mercaderías de un lado y los compradores o los bebedores del
otro. Estos se mantienen parados, a veces se acuestan sobre el mostrador,
charlando tristemente, jugando o cantando sus estribillos lánguidamente,
mientras que el caballo espera pacientemente en la puerta…:es allí donde los
indios y los mestizos pasan la mitad de su vida, dejando el poco dinero que
ganan”.
En la mayoría de los casos las pulperías estaban
ubicadas estratégicamente en lo alto de un paso de río o arroyo caudaloso.
También sobre alguna loma o en el cruce de los escasos caminos de la época.
Las pulperías de campaña y al momento que comenzara
a poblarse una avanzada de la civilización, fueron verdaderos fortines civiles
que hacían posible el establecimiento y permanencia de las incipientes
poblaciones, brindando a quienes se aventuraban a establecerse en aquellas
soledades, artículos imprescindibles para su supervivencia. Su heterogéneo
surtido de artículos mezclaba yerba, azúcar y galletas con zuecos y alpargatas,
caña y ginebra con incipientes medicamentos y ropas.
Interior de una Pulperia (Cesar Hipolito Bacle - Litografia coloreada 1834)
Fue también el pulpero, según las circunstancias,
prestamista y fiel custodio de fondos; acopiador de cueros, negociante de los
frutos de la tierra; hombre de buen consejo; confidente; pregonero de noticias
que llagaban del “poblao”; padrino, agente de marcos y señales y de correos;
coorganizador de remates y de "pencas", de riñas de gallos, de juegos
de taba, y otros juegos.En
aquel pequeño local todo era negociable; se pagaba en dinero o en artículos.
Las transacciones eran fáciles; el pulpero no exigía ni “pelo” ni “marca” y de
allí que los corambreros, changadores y faeneros, hombres sin ley, ni rey.
Un dato interesante es que nace de una clase de
comerciante pobre y minorista, establecido en un precario local de paredes de adobe
y techo de paja o cueros, y llego a ser un comercio de gran rentabilidad, llegando
también a familias patricias este oficio, es el caso de los Mitre; Bartolomé
Mitre (abuelo y de igual nombre del que fuera el primer Presidente argentino y
fundador del diario La Nación) tuvo su pulpería en la banda Oriental.
Ya entrado el siglo XIX en esas pulperías con salón,
se solía contratar un “seguridad”, recordemos que el criollo no es difícil de
hacerlo saltar, le gusta la pendencia con un poco bebido, ya recordemos que
Juan Manuel de Rosas , le prohibía al gaucho la portación de cuchillo los días festivos
y de franco, ya que el criollo era “ligero para el corte”; la seguridad designada
era por lo general los vascos, y se debía a su habilidad con la makila, un bastón
que suelen usar, y son muy hábiles, de hecho se cuenta que Napoleón Bonaparte
formo un cuerpo de makileros vascos en sus filas, y es asi como la historia
cuenta de un vasco que tuvo que poner en su lugar al grandísimo Juan Moreira,
donde? En una pulpería.
Ilustración para los Almanaques Alpargatas de 1937, de Mario Zavattaro, aca una escena de payada en una pulperia con Martín Fierro
Siempre había visitantes en las pulperías, a
cualquier hora del día había en el palenque o en la enramada, caballos atados,
de los concurrentes. Un gaucho, desde que va llegando, sabe quiénes están
dentro, pues instintivamente de una mirada abarcadora ha reconocido aperos o a
caballos por sus marcas.
Ampliando sus poblaciones, algunas pulperías luego
fueron también posta de diligencias, posada o rudimentario club social, podríamos
decir que la pulpería es el antecedente directo de los comercios de campaña de
“ramos generales” y de los almacenes y bares ciudadanos.
Estos comercios, de los cuales llegó a haber cientos
en nuestra campaña, en el siglo XX fueron perdiéndose en el tiempo hasta
desaparecer la mayor parte, y sólo ha llegado hasta nuestros días, las ruinas
de alguna de ellos.
De función civilizadora, económica y política, es
innegable que muchos de esas pulperías, perdidas en la inmensidad de los campos
silenciosos, contribuyeron a poblar y enriquecer nuestro país.
grabado comienzos 1800. en la pulperia jugando a la taba.
La boleadora es el Arma autóctona
sudamericana, primero indígena, después criolla y finalmente gaucha…y en sus
comienzos queda registrada la sorpresa del español, al iniciar la conquista, como
se asombró por la destreza y mortífero uso de la boleadora.
El explorador Gonzalo Fernandez de Oviedo, en
su Historia General y Natural de las Indias, 1, libro VI, capítulo XLV, señala
al respecto: "Mas tengo por cierto
que de aquella arma.... que los indios usan en las comarcas y costas del Río
Paranaguaçu, (alias Río de la Plata), nunca los chripstianos la supieron ni
leyeron, ni los moros la alcanzaron, ni antiguos ovieron della noticia, ni se
ha oydo ni visto otra en todas las armas ofensivas tan dificultosa de
ejercitar; porque aún donde los hombres la usan, los menos son hábiles para la
exercer".
Aunque las
investigaciones arqueológicas permiten afirmar existieron similares armas en Alaska
de las manos de los inuit, en África y Asia, es evidente que lo acaecido con
anterioridad a las que llamamos culturas clásicas o por mejor decir,
corresponde a etapas prehistóricas, habiéndose a posterior perdido tal
antecedente cultural, y sobre todo no existió desarrollo como arma comparable
al acaecido en las tierras rioplatenses..
El área de
la boleadora puede delimitarse así: Imperio Incásico y sus zonas de influencia,
desde Ecuador, Perú Y Bolivia; todo el actual territorio argentino; todo el
territorio uruguayo, y la parte sur del estado brasileño de Río Grande del Sur.
Esquimales
Inuit (Norte de Quebec, Canadá)
Maza peruana
/ Honda Azteca (Tematlat) / Tiwanaku (Pre-incaica, Bolivia)
En Chile
aunque se han hallado bolas de piedra en yacimientos arqueológicos del Norte, y
aunque es sabido el uso que de esta arma hicieron los araucanos en la región
pampeana, es evidente que no se usaba al momento de la conquista.
Pintura de Jean Baptiste Debret, año 1790
Hay pues,
una zona fundamental, históricamente, dentro del área de la boleadora: es la
constituida por las regiones sureñas y pampeanas mesopotámicas y litoráneas y
las llanuras verdes y las cuchillas uruguayo-riograndenses.
Allí la
boleadora; convertida en primera arma de guerra por los grupos indígenas que se
hacen caballeros: charrúa-minuanes, pampas (con todos sus componentes),
guaraníes, chanás, y tapes; será bien pronto recibida por el nuevo elemento
rural, mestizo o criollo, como herencia cultural de primer orden, sólo
comparable en importancia etnográfica y económica al mate.
Tipos de boleadoras
Dos tipos
bien diferenciados de bolas usaban los indígenas al momento de la conquista: la
llamada bola perdida y la boleadora de dos o tres bolas. La primera es la
boleadora de una sola piedra la cual podía ser redonda, ovoidal o, con mucha
frecuencia en especial entre los charrúas de nuestro territorio, una piedra
erizada con múltiples mamelones puntiagudos de las llamadas rompecabezas. La bola
perdida poseía la soga relativamente corta y se utilizaba tanto para arrojarla
a modo de honda (efecto simplemente de golpear a distancia), o para mantenerla
asida a la muñeca usándola a modo de macana para herir. Sin dudas este fue el
primer elemento volador que manejo el indio.
Modelos de Boleadoras, con picos pára ser usada como maza
En el Diario
de Aguirre, nos tira un pial necesario, y nos da no sólo la correcta
descripción de forma y uso de la bola perdida, sino también, lo que es muy
importante, las diferenciáis esenciales existentes entre dicha arma india y la
boleadora de dos o tres bolas.Dice:
"La bola llamada perdida, es de piedra o de metal trabajada por ellos, del
tamaño de una de trucos. Le atan un pedazo de lazo largo como vara o poco más y
en el otro extremo que es por donde la toman para manejarla, le ponen plumas de
avestruz".
Y en esta descripción
Oviedo explica como la arrojaban en (op. cit.) libro XXIII, Cap. V., pág. 183,
describe así su uso y características: "Toman
una pelota redonda de un guijarro pelado, tamaña o mayor que un puño de la mano
cerrada, y aquella piedra atada a una cuerda de cabuya, gruesa como medio dedo,
y tan luenga como cien passos, poco más o menos, y el otro cabo de la cuerda
átanlo a la muñieca del brazo derecho, y en él revuelto la restante de la
cuerda, excepto quatro ó cinco palmos della, que con la piedra rodean é traen
alrededor, como suelen hacer los que tiran con hondas; pero como el de la honda
rodea el braço una ó dos veces antes que se suelte la piedra, estos otros la
mueven alrededor en el aire con aquel cabo de la cuerda diez ó doce o más vueltas,
para que con más fuerza salga la pelota é mas furiosa vareszan, y en el
instante soltándola, extiende el braqo el indio que la tira, porque la cuerda
salga y proceda libremente, descosiéndose sin detennencia ni estorbo para la
piedra".
Ñanduceras
(Junín Buenos Aires) / Ottsen año 1603, Rio de la Plata
Otra era la
bola guacha, propia de la zona litoraleña y paranaense, esta poseía una bola
pequeña que se enganchaba en el pie o en la mano inhábil, y unida a otra bola
de mayor tamaño que hacía de bola golpeadora, por un tiento que iba de 1 metro
a 4 metros, se utilizaba para los combates de a pie, con fines específicamente de
arma de pelea, se le solía decir también en otras zonas como la anterior bola
perdida. Esta arma la utilizaban con destreza reboleando y en el momento
oportuno impactando en el oponente sin dejar de tener contacto con el tiento.
En una carta
al Rey, del Gobernador Diego Rodríguez Valdez y de la Banda, fechada en Buenos
Aires en 1599, que dice refiriéndose a los indios: "no es gente de quien se puede fiar, pelean con arcos y con dos
bolas de piedras asidas en una cuerda como de dos bralas y teniendo la una bola
en la mano y trayendo la otra alrededor las tiran con tanta destreqa que a cien
pasos enredan un caballo y un hombre, un benado y un abestruz y en el aire
algunos abes de cuerpo como son patos y otras semejantes". Este testimonio
sin dudas describe una bola guacha, la medida del tiento destallada es de más
de 3,60 mts (2 brazas).
Un dato más
actual de la bola guacha, brindado por Martiniano Leguizamón en “Etnografía del
Plata. El origen de las boleadoras y el lazo”. (Fac. de Filosofía y Letras de
Buenos Aires, apartado del Tomo XLI de la Revista de la Universidad, Buenos
Aires 1919) es categórico al afirmar:
"Tengo para mí que la boleadora indígena se componía sólo de dos piedras,
una mayor que era la que giraba en torno a la cabeza y la menor o manija que se
retenía en la mano hasta arrojarla; esto explica la diferencia de tamaño y
forma, en que la mayor ovoidal o esférica, guarda siempre proporción con la
menor que servía de manija, de forma piriforme o convexa para adaptarla a la
mano. Este tipo de boleadora charrúa se reproduce en la Pampa, donde hasta hace
poco se denominaba bola pampa a la boleadora que dos piedras, de las cuales
poseo dos ejemplares de piedra rosada y blanca de las sierras Bayas, sin retobo
y con surco; una con una planchuela de plata para substituir al tiento que se
ajustaba a la bola, y la otra con una tira overa de cuero de lagarto".
Muchos
testimonios tenemos del uso de la bola de dos piedras por parte de los
indígenas platenses. Ulrico Schmidl, el singular soldado-historiador de la
expedición de Mendoza, es el primero que, aunque con cierta oscuridad, nos da
una versión del uso de dicha arma; en el capítulo VII de su obra indica: "Dichos querandís... también usan una
bola de piedra, sujeta a un largo cordel, como las plomadas que usamos en
Alemania. Arrojan esta bola alrededor de las patas de un caballo o de un
venado, de tal modo que éste debe caer; con esta bola he visto dar muerte a
nuestro referido capitán e a los hidalgos lo he visto con mis propios
ojos".
Aucas y sus
toldos en Bahía Blanca y vista de la Sierra de la Ventana.
Litografía de E. Lassalle, París, 1846 (extraído
de D’Orbigny [1828-1829
Centenera, en
La Argentina, indica claramente el efecto o fin traumatizante de la bola
perdida lanzada, bien diferente de las de dos o tres piedras de fin envolvente
o de traba, cuando dice:
"y
tienen en la mano tal destreza que aciertan con la bola en la cabeza".
(Canto X, La Argentina).
Señalemos
finalmente que "La volan sobre la cabeza como la honda y la despiden con
acierto a bastante distancia. Lo que llaman aquí comúnmente bolas son dos de
piedra o madera, puestas en un lazo largo como los otros y estos solo sirven
para enredar los animales".
La más
moderna es al boleadoras llamada “las Tres Marías”, esta boleadora usada
generalmente por nuestros criollos presente en las guerras gauchas por
obviamente, nuestros gauchos., Es la de tres ramales y tres bolas, llamada
también "bola de potro" o "potreadora" la que posee grandes
bolas, "avestrucera" o "ñanducera" la de bolas pequeñas, también
las había de dos ramales, y esta era para caza del ñandú. Muchas veces se
comenta que fue una derivación criolla su creación, más la documentación nos
dice que no fue así, lo que sí es sin dudas la adoptada por nuestros gauchos.
Consistía
básicamente en tres pesas de forma esférica o piriforme, de piedra (piedras
indias o cantos rodados), madera dura, metal (hierro, bronce o plomo) muchas
veces antiguas balas; cuerno (guampa) en este caso moldeadas y rellenas de
plomo, y marfil (de lujo, sin uso práctico de trabajo), y echas con la cabeza
del fémur del ganado, muchas veces se las confundía con las de marfil, ya que
pulidas quedaban muy semejantes.
Estas tres
unidades se equilibraban recíprocamente en volumen y peso del modo siguiente:
una más pequeña y mucho más liviana, que es la que permanece en la mano hasta
el momento mismo del lanzamiento, es con más frecuencia de forma de pera,
ovalada o lenticular para permitir mejor su sujeción. Las otras dos son de peso
similar, nunca idéntico, para que al girar se separen bien.
Las de
piedra, salvo raras veces (en el caso de usarse piedras indias) se ahorraban
(retobaban) de cuero: cuero crudo del garrón, bolsa de testículos de toro, y
muchas veces lagarto. En el otro caso los tientos pasaban por los surcos de las
piedras al modo indígena. A veces el forro era una verdadera cesta de tientos
primorosamente tejidos.
Los ramales,
sogas o torzales, tampoco eran idénticos, siendo más corto el de la
"manija", y por lo general corredizo. Eran de uno, dos o tres
tientos, torcidos o trenzados y el material era sacado de cuero de potro,
cogote de toro o guanaco, y aún de león bayo o de tigre.
Fray
Reginaldo de Lizárraga, en una descripción colonia de fecha aproximada a 1595,
nos cuenta con respecto a los indios que moraban en el camino de Córdoba a
Santa Fé: "usan de unos cordeles...
de tres ramales, en el fin del ramal, una bola de piedra horadada que va
corriendo y le atan de pies y manos com la vuelta que dan las bolas, y dan com
el caballo y el caballero em tierra, sin poderse menear."
Ya en el
siglo siguiente, encontramos una noticia de interés a este respecto en las
cartas del Gobernador Góngora, escritas durante la visita efectuada a las
reducciones de la jurisdicción de Buenos Aires el 2 de marzo de 1620. Dice con
respecto a los indios de la reducción del cacique Juan Bagual: "Andan sobre unos pellejos con estrivos
de palo y algunos con frenos... usan de algunas volas a manera de ondas y de
unos arcos con flechas".
Es evidente
que esta noticia se refiere a los indios que conservan sus usos y costumbres
originales, aunque ya comienza a notarse un cierto agauchamiento, digamos, en
lo que se refiere al modo de montan. Y de ahí veremos la modificación que sufre
el chiripa, pero esa ya es otra historia.
Más tarde,
ya en pleno siglo XVIII, en la relación de los peligros y desventuras que
sobrellevó Isaac Morris y sus compañeros, un grupo de náufragos ingleses en la
costa sur de la Argentina, encontramos una interesante descripción de las
costumbres de los indios de esas regiones, que evidentemente conservaban aún en
esa época sus usos tradicionales. Por tratarse de una exposición detallada y
completa, no me he resistido a la tentación de transcribirla íntegramente en lo
que se refiere al uso de las boleadoras y el lazo. Dice así: "Tienen dos maneras diferentes de
capturarlos (se refiere a los caballos cimarrones) cada una de las cuales he
visto practicar con increíble destreza. La primera es con una lonja de cuero de
caballo de una o dos pulgadas de ancho y cincuenta pies de largo con un nudo
corredizo en u extremo. Este nudo lo sostienen con su mano derecha y el otro
extremo con la izquierda, hasta que se aproximan a unas pocas yardas de la
bestia y entonces arrojan el nudo corredizo por sobre su cabeza, aún a toda
velocidad y aguantan fuertemente la otra punta con la izquierda. La bestia es
pronto detenida y tomada. El otro método es con una angosta correa de cuero de
caballo, de unos doce pies de largo en cada uno de cuyos extremos está atada
una bola redonda de hierro de unas dos libras de peso. Cuando están a una
cierta distancia de la presa, revolean una bola varias veces por sobre su
cabeza hasta que toma suficiente vuelo, y luego la arrojan a las patas del
caballo soltando la bola de la mano izquierda al mismo tiempo, lo cual rara vez
falla en trabar sus patas y voltearlos al suelo". "Los indios eran
también muy diestros para matar pájaros con esas bolas, que arrojaban al aire a
gran altura".
Caza de
avestruz, Beerbohm, 1881
Esta última
parte de la noticia, demuestra la igualdad de usos con respecto a tribus tan
alejadas como las isleñas del río Paraná y que sin embargo, según hemos visto
anteriormente, no sólo daban el mismo uso a las bolas en lo que respecta al
ganado mayor sino para la caza de aves al vuelo. Sobre la boleadora de tres
piedras, la que usó normalmente el gaucho para la captura del ganado de talla y
más tarde en la guerra, es algo difícil de establecer claramente su origen, aunque
parecería en mayor número de opiniones, que se trata de un invento de tipo
rural, basado en la boleadora de dos ramales de los indígenas, y no de una
herencia cultural de éstos.
La boleadora y su uso
El manejo de
la boleadora no es sencillo ni fácil. Desde siempre se le consideró como muy
sutil y propio de quienes estaban muy adiestrados o aptos para ello. Ya lo
señaló el citado Oviedo: "Decían estos españoles que aquí aportaron, que
en tanto número de christianos como fueron á aquella tierra, habiendo muchos de
ellos sueltos y mañosos, ninguno, supo tirar aquellas piedras, según los
indios, aunque infinitas veces muchos españoles la probaron. A mi parecer cosa
es extremada tal arma en el mundo para los hombres"...
Como
trescientos años después, un hombre joven, de más que despejada inteligencia y
dotes mentales, como la era Charles Darwin, experimentó en carne propia la más
ridícula impotencia para hacer un tiro de bolas, con el desastroso resultado de
fajar su propio caballo! El mismo, lo relata así: "Allí los gauchos se
perecían de risa y gritaban que hasta entonces habían visto agarrar con las
boleadoras toda clase de animales, pero nunca un hombre bolearse a sí
mismo".
Las
boleadoras las llevaba el gaucho antiguamente siempre a la cintura, en número
de uno o más juegos, a veces uno de ellos en bandolera, cuando salía de caza o
a merodear. Siempre la manija sobre el flanco derecho y listas para quitarlas
de un tirón y tenerlas prontas.
Emeric E.
Vidal (op. cit.), describe minuciosamente el origen y uso de las boleadoras
(pág. 25); "Los primeros colonos españoles, encontraron muy en uso entre
los indios de las cercanías del Plata, esa extraña arma llamada las boleadoras
que emplea han para cazar avestruces. Los espaiíoles la adoptaron de buen
grado, tanto para la caza de dichas aves, como para la de caballos, y ningún
hombre de campo da un paso ahora sin llevarlas colgadas a un costado. Consiste
esta arma de dos piedras redondas, cada una de las cuales pesa una media libra,
cosidas dentro de una cubierta de cuero y unidas por un tira de cuero de cuatro
a cinco yardas de largo, bien engrasada para que sea flexible. Las piedras son
traídas desde grandes distancias en el interior por los indios, que también
fabrican estas armas y las traen a vender a Buenos Aires".
Ilustracion de Essex Vidal
"Al
usarlas, una de las piedras se toma en la mano con el tiento enrollado en
espirales, los cuales se van soltando gradualmente mientras la otra piedra se
hace girar en torno de la cabeza. Cuando se está bastante cerca del blanco, es
decir a unas veinte o treinta yardas, se suelta la bola de la mano y va a
reunirse con la otra, la cual ha adquirido una increíble velocidad al girar
sobre la cabeza, hasta que ambas alcanzan el objeto que se persigue, en cuyo
momento la correa toca las piernas y las dos piedras se enroscan a ella en
direcciones opuestas, enredando al animal. Cuando se las emplea contra los
caballos se usan tres bolas, dos que giran simultáneamente en torno de la
cabeza, produciendo una mayor velocidad y probabilidades de enredar a la
víctima.
"El caballo
más cerril de las llanuras es capturado con las boleadoras que, ya lo arrojan a
tierra o bien se enroscan en una pata, impiden su marcha, y lo lastiman a cada
salto, hasta que es alcanzado y le arrojan un lazo a la cabeza".
Aicides
D'Orbigny (op. cit.), nos da sobre este, como sobre otros tantos apuntes de
costumbres de nuestro campo, una descripción minuciosa y exacta. Refiriéndose a
tropas del país, dice (pág. 71):.
"Como
armas tienen un sable, una carabina y a veces pistolas; pero todos están
munidos del terrible lazo (1)... así como de las no menos peligrosas bolas
(2)". Y en la nota correspondiente a la llamada (2) dice: "Dos o tres
bolas unidas a un eje común mediante otras tantas correas de más de un metro de
largo, que se usan para detener a los caballos en plena carrera,
derribándolos".
Más adelante
amplía sus observaciones (pág. 129): "La forma de bolear parece a los
europeos extraordinaria: ya la he descrito, pero hay detalles sobre los que
debe volver el lector muchas veces para familiarizarse con la operación. El
cazador se arma con dos o tres bolas de plomo o piedra, atadas al extremo de
otras tantas correas que se unen a un centro común, formando brazos de igual
longitud. Cuando percibe la pieza, lanza su cabalgadura al galope, sosteniendo
una de las bolas en la mano derecha, mientras hace remolinear las otras por
encima de su cabeza. Cuando se considera a tiro las dispara al animal, al que
generalmente dan alcance, silbando por el aire; y por poco que le peguen en las
patas, el animal está perdido, porque se le enredan, lo hacen caer y el cazador
lo captura vivo".
Finalmente,
nos da D'Orbigny el uso de pequeñas boleadoras para la caza de aves al vuelo,
tal como las usaban los indios antes de la conquista, pero en manos de paisanos
en Corrientes (pág. 137): "Otra arma, no menos ingeniosa, les sirve para
cazar pájaros grandes. Consiste en tres bolitas de plomo, atadas al extremo de
otras tantas correas unidas. En cuanto el cazador divisa una bandada de
cigüeñas, patos o aún pájaros aislados, corre hacia ellos, haciendo girar las
bolas sobre su cabeza y lanzándolas sobre la pieza cuyas alas enlazan por
efecto del impulso recibido, en forma que el pobre animal, detenido en su
vuelo, cae a tierra donde lo atrapa el cazador".
Su colega,
el inglés Charles Darwin, de quien ya contamos una anécdota risueña, (op. cit.)
las describe así: "Hay dos especies de boleadoras; las más sencillas empleadas
para cazar avestruces, consisten en dos piedras redondas recubiertas de cuero y
reunidas por una cuerda delgada y trenzada de unos 8 pies de longitud. Las
otras difieren solamente de las primeras en que están compuestas de tres bolas
reunidas por cuerdas a un centro común. El gaucho tiene en la mano la más
pequefía de las tres bolas y hace dar vueltas a las otras dos en torno a su
cabeza; y luego de haber apuntado, las lanza, yendo las bolas, a través del
espacio, dando vueltas sobre sí mismas como las antiguas balas de cañón unidas
por una cadena. Así que las bolas tropiezan con un objeto, cualquiera que sea,
se enrollan alrededor de él entrecruzándose y anudándose fuertemente. El tamaño
y el peso de las bolas varía según el fin a que están destinadas; hechas de
piedra y apenas del tamaño de una manzana, chocan con tanta fuerza, que algunas
veces rompen la pata del caballo en torno a la cual se enrollan; se hacen
también de madera, para apoderarse de los animales sin herirlos. Algunas veces
las bolas son de hierro, y son éstas las que alcanzan la mayor distancia. La
principal dificultad para servirse del lazo o de las boleadoras consiste en
montar tan bien a caballo, que se pueda mientras se corre a galope, o cambiando
de pronto de dirección, hacerlos girar lo bastante igualmente alrededor de la
cabeza para poder apuntar; a pie se aprendería muy pronto a manejarlos".
No olvida aquel episodio relatado antes.
Roberto
Cunninghame Graham (op. cit.) dice: (La Pampa - II - Tkaducc. de S.
Pérez'ftiana, pág. 17): "Las boleadoras, que los gauchos llamaban las tres
Marías eran el arma característica de aquellas llanuras; con ellas los indios
mataron a muchos soldados de Don Pedro de Mendoza, durante la primera
expedición cristianizante del Río de la Plata; con ellas también las bravas
tropas gauchas que se levantaron al mando de Ello y Liniers, les trituraron el
cráneo a muchos ingleses luteranos - as! llamados por el bueno de Deán Funes en
su historia - que á las órdenes de Whitelock, habían atacado la ciudad".
El Conde de
Saint-Foix (La Republique Orientale de ]'Uruguay, Histoire, Geógraphie, Moeurs
et Costumes, etc. París, Libraire Leopold Cerf. 1892, pág. 310), nos ilustra
así: "En el primer descanso, apercibimos colgadas de una de las paredes
exteriores de la casa de postas, las bolas, de las que se sirven para agarrar
animales, caballos, bueyes o avestruces. Este proyectil consiste en tres bolas
de piedras o de plomo recubiertas de cuero y unidas entre ellas por cuerdas
también de cuero trenzado, de alrededor de tres metros de largo; dos de estas
bolas son del tamaño de una de billar, la tercera, más pequeña, es sostenida
por el gaucho en su mano, haciendo girar las otras dos por encima de su cabeza,
después suelta el conjunto, y las cuerdas, encontrando la meta, se enredan alrededor
del objeto que él quería alcanzar".
Era un arma? Ya este testimonio, una comunicación de Antonio Pérez Dávila, dada en el
Campamento de Acevedo en San Antorúo de Areco en 1771, donde dice: "Remito
presos a Pedro Sambrano, Juan Alarcón y Simón Falcón, el primero conocido
gauderio y ladrón de toda especie de ganado y acusado deste delito ante los
Alcaldes deste Partido, y los otros por aberlos cojido en su compañía con
bolas, lazo, maneas y cuchillos, armas propias de gauderios y
ladrones...". la designa como tal, y con justa razón.
Don Diego de
Alvear tuvo exacta noción de su valor e importancia como arma de guerra, junto
con el lazo, y lo señala terminante: "Una milicia constituida sobre el pie
de montura, lazo y bolas de los Gauchos ó Gauderios (así llaman a los hombres
de campo) por la ligereza de estas armas, nada expuestas al orín, que excusan
el peso y gastos de las municiones, su segura prontitud a obrar en todos
tiempos, secos ú de lluvia; y finalmente por su mayor alcance, nos hace
presumir, podría sacar alguna ventaja sobre el Sable de la Caballería de
Europa, en algunas circunstancias de la guerra, no tiene duda, que sería
utilísima; y a lo menos la novedad no dexaría de sorprehender, y causar su
efecto en las primeras funciones. La fogosidad de los Caballos Europeos no
sabría conservar su formación á los pocos tiros de bolas; y el sable, ni la
bayoneta, impedir los estragos del lazo". Recordemos Don Diego de Alvear,
es el padre de Carlos de Alvear, y detallado como “el probable padre de Don José
de San Martin”, don Diego combatió en territorio del Rio de la Plata contra el
reino de Portugal
Este consejo
no lo supieron aprovechar sus compatriotas, y algunos años después, iniciado el
ciclo emancipador, volvieron a saber - decimos volvieron a saber, porque ya las
boleadoras habían conseguido en las llanuras platenses, en manos de aquellos
rudos y primitivos indígenas desnudos, lo que no habían conseguido las fuerzas
de los más grandes Imperios, de los hijos del Sol de las altas cumbres, en meso
y Sudamérica: detener a las montadas y aceradas huestes victoriosas de la soberbia
Castilla, desmontar y rendir aquellos centauros monstruosos de hierro y fuego -
volvieron a saber, repetimos, de la ignominia de morder el polvo de la llanura
o quebrarse el pescuezo en las duras cuchillas, fajado el airoso corcel por
aquella fatídica y tremenda serpiente voladora, tricéfala y contundente.
"Un Tiro Certero de Boleadoras" Acuarela de Fortuny , que retrata el momento en que fue apresado el general Paz.
Y más
conocido cuando en El 10 de mayo de 1831, mientras elegía el terreno en el que
pensaba combatir a López cae prisionero el unitario General Paz en concepción del
Tio, boleado por el soldado Ceballos, Como es sabido, las victorias de Paz en
el interior, en 1830, habían puesto en jaque a los caudillos y habían alarmado
seriamente a don Juan Manuel de Rosas. Pero, escribe Terán, "todas las esperanzas que fundaron las
victorias y tantos hábiles trabajos fueron cegadas, como en las leyendas, por
un azar, el más imprevisto, en la tarde del 10 de mayo de 1831 en que el
soldado Ceballos, de una partida de Estanislao López que merodeaba cerca de la
estancia de don Dámaso Alonso, en Santa Rosa, descalabró con sus boleadoras el
caballo que montaba Paz y lo hizo prisionero".
Reflexión y análisis
Revista Internacional BUDO, la boleadora en todo el mundo!!!
En síntesis podemos
diferencias la bola perdida como la primera, es una bola con un tiento se
reboleaba o se usaba de maza, luego evoluciona en la bola guacha con un tiento
largo de aproximadamente 3 mts. Se usaba para el cuerpo a cuerpo una bola grande
de impacto y una pequeña en el otro extremo, y se reboleaba, típica de la zona
litoraleña. Más adelante se empieza a desarrollar la ñanducera, que es la
boleadora de dos bolas, y finalmente terminamos con las Tres Marías, ya estas están
definidamente desarrolladas, manija con formas para asirla, dos bolas con pesos
específicos para la caza o la guerra; es esta invención del criollo? Yo no lo
creo, el pampa la uso, lo que si le doy la derecha al criollo, es la habilidad
de arroje que adquirió, hizo propia esta arma, hasta podemos recordar el desarrollarlo
de arroje de boleadoras como lo hacían los infernales de Güemes de la unión de
los tientos, usado en las guerras de la independencia., sencillamente
boleadora, arma Argentina!
Bibliografía
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Schmidel, Viaje al Río de la Plata, España 1554
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Conquista de la Patagonia, 1771
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Roberto
Cunninghame Graham, De La Pampa al Magreb, 1898
El Conde de
Saint-Foix, La Republique Orientale de l'Uruguay, Histoire, Geógraphie, Moeurs
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Jorge Prina,
Esgrima Criolla, Armas Gauchas y otras Yerbas…, Buenos Aires, Ed.Hesperides,
2018 segunda edición Mario Lopez Osornio, El Lazo y la Boleadora, Buenos Aires 1945
Fernando
Assuncáo, Pilchas Criollas, Montevideo, 1979