En toda la cultura del tango están presentes los malevos.
Es común en todo souvenir de Buenos Aires encontrar múltiples objetos de todo tipo, con la cara de Carlos Gardel o de algún malevo, generalmente bailando un tango o apoyado en un farolito.
Los malevos están presentes en las poesías de muchos tangos. Y muchos escritores, artistas. filósofos, pensadores, médicos y sociólogos han incursionado en el vivir y sentir de los malevos.
Pero, ¿qué erán exactamente los malevos?
¿Qué tienen en común y diferente, los malevos, los compadritos, los guapos, el calavera, el cafishio, etc, etc.?
Si nos limitamos a la definición de la palabra malevo, encontraremos algo así como: "Maleante, matón, gente de mal vivir de los arrabales". Y en gran parte es verdad, los malevos no eran precisamente el candidato ideal, que cualquier madre "decente" de la época, soñara para su hija.
Los malevos eran gente recia, dura, viril. La mayoría se sustentaba de la “vida fácil” y era normal tener problemas con la polícia y cuentas pendientes.
Pero asociar a los malevos, únicamente, con la gente de mal vivir, que vivía en los arrabales, es conocer una mitad de un personaje, del entonces, antiguo pero floreciente Buenos Aires. Ciudad, que a finales del siglo XIX, dejaría de ser una aldea colonial, para convertirse en una de las ciudades más modernas del mundo.
Los malevos, como el tango y muchos arquetipos y costumbres nacieron y se hicieron a la par y al ritmo vigoroso, febril y muchas veces prepotente de la nueva urbe.
Los malevos nacieron de lo peor que esta nueva urbe proponía, pero al igual que una flor de fango esparcieron, por sí misma, como un perfume, una herencia sentimental y cultural que hizo al caracter porteño.
Nació en un barrio de malvón y luna.
Efectivamente los malevos tenían su propia visión de la vida, que llevaban en un bagaje de costumbres que conservaban y códigos que solo conocían ellos, pero que paralelamente, se les permitía conocer a cualquiera que los respetase.
Asociar a los malevos con la "mala vida" únicamente, es intentar ponerlos en un molde que les queda chico. Porque pese a su parte oscura y marginal, también llevaban consigo valores casí homéricos, muchas veces quijotescos y por ende románticos que les díó ese aurea misteriosa y atractiva que todavía nos atrae.
Después de todo, el concepto de mala vida, es una etiqueta que la "sociedad respetable" de aquel entonces (aristócratas y oligarcas), les pusieron, para tapar una realidad menos agraciada, defenestrando lo nacido desde las entrañas misma del pueblo.
Ser malevo puede tener dos significados: uno literal; gente de mala vida oriunda de los arrabales y otro simbólica; hombre viril de gran coraje, fiel a sus costumbres que ve la vida y al amor como un juego en el que hay que jugarse entero.
Con mala vida o sin ella, pero siempre, en ambos casos con alma de tango.
Es decir se podía ser malevo y vivir de la vida fácil, que generalmente era la vida maleva; o ser malevo de alma sin llevar una mala vida.
Como cita el tango El Malevo.
(Música de Julio de Caro y letra de María Luisa Carnell (seudónimo Mario Castro).
“Sos un malevo sin lengue,
sin pinta ni compadrada,
sin melena recortada,
sin milonga y sin canyengue.
Al elemento bacan
batiste reo chamuyo...
Lindo parlamento el tuyo
pa volcarlo en un gotan!”
El tango y los malevos estan intrinsicamente unidos.
El gaucho urbano.
Para compender a los malevos hay que entender como era el gaucho (hombre de campo de Argentina, Uruguay y el sur de Brasil) de ese entoces, y los motivos que los llevó a inmigrar del campo a la nueva ciudad.
El gaucho fue la mezcla racial y cultural, en la época colonial (siglo XVIII), del español nacido en tierra americana con el indio, habitantes naturales del Continente Americano.
Este mestizaje dió nacimiento al nuevo hombre del continente americano: el criollo.
El gaucho es el criollo del campo, hombre de gran habilidad en todas las tareas del campo. Es el auténtico representante de la esencia criolla de Argentina y Uruguay.
Para los gauchos como para los indios, la tierra no tiene dueño, la idea de “propiedad” de la tierra no es concebible para ellos. Para ellos, la naturaleza es un lugar para vivir libremente al igual que los pájaros, los ríos o cualquier ser viviente.
El célebre libro Martín Fierro, del autor José Hernandez, cuenta como es la esencia de los gauchos, y como estos fueron engañados, por la entonces autoridad, para ser alistados a la milicia, con la escusa de defender las fronteras y con promesas de un mayor bienestar. También cuenta, como muchos gauchos se revelan ante esta realidad y empiezan a ser perseguidos.
Entre promesas que nunca se cumplieron, la oligraquía gobernante, fue apropiándose de las tierras donde los gauchos e indios vivían libremente, y en perfecta armonía con la naturaleza.
Tierras fértiles que empezaron a tener "nuevos dueños", al mejor estilo feudal.
Los gauchos siempre fueron la figura emblemática de la Independencia de los pueblos sudamericanos (particularmente de Argentina y Uruguay), ya que participaron en todas las guerras por la Independencia, en las batallas libertarias de Chile y Perú con el General San Martín y de la Banda Oriental (Uruguay) con el General Artigas.
Siempre se lo conoció por su bravura y coraje en las batallas y también por su nobleza, su honestidad y su sentido de libertad.
Valores basados en la palabra, porque para un gaucho, la palabra es lo más importante que un hombre puede tener.
Para los gauchos como para los indios, la tierra no tiene dueño, la idea de “propiedad” de la tierra no es concebible para ellos. Para ellos, la naturaleza es un lugar para vivir libremente al igual que los pájaros, los ríos o cualquier ser viviente.
El célebre libro Martín Fierro, del autor José Hernandez, cuenta como es la esencia de los gauchos, y como estos fueron engañados, por la entonces autoridad, para ser alistados a la milicia, con la escusa de defender las fronteras y con promesas de un mayor bienestar. También cuenta, como muchos gauchos se revelan ante esta realidad y empiezan a ser perseguidos.
Entre promesas que nunca se cumplieron, la oligraquía gobernante, fue apropiándose de las tierras donde los gauchos e indios vivían libremente, y en perfecta armonía con la naturaleza.
Tierras fértiles que empezaron a tener "nuevos dueños", al mejor estilo feudal.
Los gauchos siempre fueron la figura emblemática de la Independencia de los pueblos sudamericanos (particularmente de Argentina y Uruguay), ya que participaron en todas las guerras por la Independencia, en las batallas libertarias de Chile y Perú con el General San Martín y de la Banda Oriental (Uruguay) con el General Artigas.
Siempre se lo conoció por su bravura y coraje en las batallas y también por su nobleza, su honestidad y su sentido de libertad.
Valores basados en la palabra, porque para un gaucho, la palabra es lo más importante que un hombre puede tener.
Vienen los gringos.
Las tierras más prósperas en recursos naturales, tenían nuevos dueños, y muchos gauchos e indios, decidieron irse a otras partes; una de ellas fue la Gran Aldea, (así se lo llamaba popularmente al Buenos Aires de finales del siglo XIX).
La Gran Aldea en pocos años se convertiría en una gran ciudad.
La Gran Aldea en pocos años se convertiría en una gran ciudad.
Este cambio necesito de mucha mano de obra, para trabajar principalmente en el puerto, y esa mano de obra vino de las grandes oleadas de inmigrantes, generalmente de Europa.
Los malevos son una parte del porteño. La parte oscura, marginal, pero que desde el lodo más oscuro se va imponiendo rebelde en la idiosincrasia de la nueva urbe.
Los malevos son el resultado del gaucho descreido, resentido con la autoridad que lo engañó y no lo respeta, que al igual que muchos inmigrantes; también traían un bagaje de sentimientos parecidos, como muchos sicilianos (ej.: el camorrero siciliano), napolitanos, gitanos, andaluses, etc.
Los malevos son el resultado del gaucho descreido, resentido con la autoridad que lo engañó y no lo respeta, que al igual que muchos inmigrantes; también traían un bagaje de sentimientos parecidos, como muchos sicilianos (ej.: el camorrero siciliano), napolitanos, gitanos, andaluses, etc.
Básicamente eran italianos y españoles, pero también inmigrantes de las más variadas nacionalidades (franceses, alemanes, rusos, sirios, libaneses, turcos, armenios, etc, etc.)..
El gaucho un inmigrante interno y los gringos (nombre popular que recibe el extranjero que vive en suelo criollo), inmigrantes externos. Todos encontrados en una urbe donde todo estaba por hacerse y que no contaba con suficiente lugar para tanta gente.
Urbe que se fue expandiendo demográficamente en nuevos pueblos, que en pocos años, se convirtieron en barrios.
El gaucho un inmigrante interno y los gringos (nombre popular que recibe el extranjero que vive en suelo criollo), inmigrantes externos. Todos encontrados en una urbe donde todo estaba por hacerse y que no contaba con suficiente lugar para tanta gente.
Urbe que se fue expandiendo demográficamente en nuevos pueblos, que en pocos años, se convirtieron en barrios.
Estos barrios eran los arrabales y en los arrabales el gaucho y el inmigrante se encontraron en un sentimiento de pertenecia y de nostalgia, de ilusión y de desilusión.
Gauchos e inmigrantes entretejieron sus costumbres y en esta mezcla se fue conformando el caracter del nuevo ciudadano: el porteño.
A ambos los unía el sentimiento en común de que eran despreciados por los que mandan, que a su vez ellos también despreciaban.
En esa nueva cultura cosmopolita, anárquica y salvaje, nacen los malevos, así como otros personajes como los compadritos, los guapos, los cafishios, etc., etc. que fueron creando una variada tipología de hombres y mujeres en los arrabales porteños.
Con la pinta medio shiome que deschava al arrabal.
Los presencia de los malevos imponía un gran respeto. Su rostro era casi inexpresivo. De pocas palabras. Todo lo decían con la mirada, que tenían un brillo tan afilado como el cuchillo que llevaban debajo de la axila.
Eran temidos como admirados por sus azañas.
Generalmente se les conocía por un apodo, que graficaba muy bien su personalidad o su apariencia. “el Chino”, “el Loco”, “el Pardo”, “el Negro”, “el Nene”, "el Pesado”, etc., apodo que era muy respetado incluso en su ausencia.
Los malevos le daban mucha importancia al cuidado de su apariencia física. Su aspecto era impoluto, aúnque generalmente sencillo.
La ropa siempre limpia y perfectamente planchada. Caras bien afeitadas y si llevaban bigote o patillas, estaban perfectamente cuidadas.
El cabello era más bien una melena que tensaban con gomina hasta la nuca.
Generalmente tenían un vestir típico que consistía en: el Funyi, sombrero característico de color gris. Pañuelo blanco hacia afuera, conocido como Lengue. Saco (o chaqueta) entallada, de solapa anchas y pañuelo a tono.
Pantalón de fantasía, que se iba angostando hasta cubrir los tobillos, generalmente a cuadros o con un ribete lateral.
Y finalmente los zapatos con taco militar, perfectamente lustrados y a veces, generalmente en invierno, acompañados por las polainas.
Los presencia de los malevos imponía un gran respeto. Su rostro era casi inexpresivo. De pocas palabras. Todo lo decían con la mirada, que tenían un brillo tan afilado como el cuchillo que llevaban debajo de la axila.
Eran temidos como admirados por sus azañas.
Generalmente se les conocía por un apodo, que graficaba muy bien su personalidad o su apariencia. “el Chino”, “el Loco”, “el Pardo”, “el Negro”, “el Nene”, "el Pesado”, etc., apodo que era muy respetado incluso en su ausencia.
Los malevos le daban mucha importancia al cuidado de su apariencia física. Su aspecto era impoluto, aúnque generalmente sencillo.
La ropa siempre limpia y perfectamente planchada. Caras bien afeitadas y si llevaban bigote o patillas, estaban perfectamente cuidadas.
El cabello era más bien una melena que tensaban con gomina hasta la nuca.
Generalmente tenían un vestir típico que consistía en: el Funyi, sombrero característico de color gris. Pañuelo blanco hacia afuera, conocido como Lengue. Saco (o chaqueta) entallada, de solapa anchas y pañuelo a tono.
Pantalón de fantasía, que se iba angostando hasta cubrir los tobillos, generalmente a cuadros o con un ribete lateral.
Y finalmente los zapatos con taco militar, perfectamente lustrados y a veces, generalmente en invierno, acompañados por las polainas.
Esta indumentaria le estilizaba la figura que junto al funyi y el lengue daba la apariencia llamativa que generaba respeto, como la de un gallo que se pavonea en el gallinero, aunque su accionar era más bien a la de un lobo solitario.
La vida es una carpeta.
Para los malevos la vida es un juego, y para vivir hay que tener el coraje del jugador. Y muchas veces apostar a todo o nada. Ganar o perder. Amar u odiar... vivir o morir.
El coraje era el ingrediente básico del malevo. Un hombre integro debía demostrar su coraje cuando la ocasión lo requiera.
Para ello, los malevos tenían una serie de códigos que respetaban, basados en el honor de la palabra.
Los malevos no necesitaban leyes, ni gobernantes ni gobierno, su ley era la palabra, que era lo más sagrado que un hombre digno puede tener. Si esta no se respetaba, o se ofendía en su honor, rápidamente se ajustaban cuentas con la sangre, generalmente en un duelo criollo (duelo a cuchillos), “a sangre” (sin muerte pero con herida, generalmente en la cara) o “a muerte”, según el grado de ofensa.
La vida es una carpeta.
Para los malevos la vida es un juego, y para vivir hay que tener el coraje del jugador. Y muchas veces apostar a todo o nada. Ganar o perder. Amar u odiar... vivir o morir.
El coraje era el ingrediente básico del malevo. Un hombre integro debía demostrar su coraje cuando la ocasión lo requiera.
Para ello, los malevos tenían una serie de códigos que respetaban, basados en el honor de la palabra.
Los malevos no necesitaban leyes, ni gobernantes ni gobierno, su ley era la palabra, que era lo más sagrado que un hombre digno puede tener. Si esta no se respetaba, o se ofendía en su honor, rápidamente se ajustaban cuentas con la sangre, generalmente en un duelo criollo (duelo a cuchillos), “a sangre” (sin muerte pero con herida, generalmente en la cara) o “a muerte”, según el grado de ofensa.
Los códigos más comunes eran: No ser batidor (chivato, delator, soplón), sobre todo de la cana (la policía); la lealtad al amigo, respetar los yeites (negocios turbios) y territorios, respetar la mujer de cada quien, no hablar mal a espaldas de otro. Y el más importante era la lealtad.
La traición era lo más aborrecible para los malevos.
Estos códigos eran muy importantes, puesto que en el ambiente marginal y lumpen, se sobrevivia como se podía y los trabajos “decentes” no eran siempre los más habituales.
Los malevos preferían la vida fácil, de los cuales llegaban a ser verdaderos expertos.
La timba (apuesta por dinero en juegos de cartas), el choreo (robo generalmente de la cartera o bolso a una víctima descuidada), el chamuyo (hacer un cuento engañando a alguien a cambio de dinero), regentear prostíbulos, matón de algún pez gordo (generalmente contratado por algún caudillo político) o vivir de las mujeres, sea como cafishio (el que vive de la prostitución de las mujeres a cambio de su “cuidado”), o simplemente del trabajo honrado de alguna mujer que cohabitaba con él, eran los trabajos y formas de vida más comunes.
También realizaban trabajos esporádicos de peonaje (generalmente en mataderos), tirar del carro (trasportando alguna mercadería con el caballo con carro) desde el Mercado del Abasto o los mataderos hacia los barrios, etc.
Los malevos tenían su territorio que ganaban con coraje a fuerza de peleas.
Eran de tener pocos amigos pero para ellos la amistad era el más noble sentimiento, el cual defendían con su vida.
Generalmente se disputaban las mujeres más hermosas de su territorio y siempre estaban acompañados por alguna mujer que consideraban de su propiedad y con la que muchas veces tenían una relación sentimental verdadera.
La traición era lo más aborrecible para los malevos.
Estos códigos eran muy importantes, puesto que en el ambiente marginal y lumpen, se sobrevivia como se podía y los trabajos “decentes” no eran siempre los más habituales.
Los malevos preferían la vida fácil, de los cuales llegaban a ser verdaderos expertos.
La timba (apuesta por dinero en juegos de cartas), el choreo (robo generalmente de la cartera o bolso a una víctima descuidada), el chamuyo (hacer un cuento engañando a alguien a cambio de dinero), regentear prostíbulos, matón de algún pez gordo (generalmente contratado por algún caudillo político) o vivir de las mujeres, sea como cafishio (el que vive de la prostitución de las mujeres a cambio de su “cuidado”), o simplemente del trabajo honrado de alguna mujer que cohabitaba con él, eran los trabajos y formas de vida más comunes.
También realizaban trabajos esporádicos de peonaje (generalmente en mataderos), tirar del carro (trasportando alguna mercadería con el caballo con carro) desde el Mercado del Abasto o los mataderos hacia los barrios, etc.
Los malevos tenían su territorio que ganaban con coraje a fuerza de peleas.
Eran de tener pocos amigos pero para ellos la amistad era el más noble sentimiento, el cual defendían con su vida.
Generalmente se disputaban las mujeres más hermosas de su territorio y siempre estaban acompañados por alguna mujer que consideraban de su propiedad y con la que muchas veces tenían una relación sentimental verdadera.
Los malevos, básicamente, vivían de noche y en la noche.
Frecuentaban los boliches (bares) donde generalmente se reunían con otros malevos para tratar sus yeites (negocios turbios).
Los conventillos y portones, donde siempre había alguna reunión festiva en la que había juego de taba, cartas, bailongo y payadas, y más de un malevo era payador.
Y por supuesto las milongas, las cuales también consideraban de su territorio en la que les esperaba su mina, la cual era intocable en su ausencia.
Los malevos y sus mujeres generalmente eran excelentes bailarines de tango, y en el transcurso de la noche de una milonga se deleitaban y deleitaban a los presentes con tangos de rompe y raja, formando ronda por los presentes.
Su autor Guillermo Brizuela
Fuente:
http://miescueladetango.blogspot.com/2009/10/los-malevos-parte-i.html